Yolande
era una eficaz ejecutiva francesa y agente de la FIFA, hasta que una
tarde del mes de agosto de 2003, estando en su casa, su percepción
cambió radicalmente. Fue atravesada por lo que denomina: “Un silencio
intenso y profundo, una plenitud extraordinaria y simple a la vez.” Dos
meses después de que llegara ese estado interno a su vida su único hijo
falleció en un accidente de tráfico y entonces se dio cuenta de la
magnitud de lo que le había envuelto, pues la muerte de su hijo no la
sacó de esa paz y tranquilidad en la que estaba sumida.
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